Una
noche -pero sin venir a cuento, o mejor, porque todo aquí ha de ser como en un
cuento- los dos bajamos al parque a contar estrellas.
Estaba
yo a punto de perder la cuenta, cuando mi niña arrimó su boca a mi boca y sin
pensarlo dos veces, me mordió. Como un pajarillo verde que pica y repica los
granitos de las uvas y las hojitas del jazmín.
Me vi
en el cielo. Anduve de ronda con las estrellas. Y ya nos dieron las tantas sin
acostarnos.
¡Qué
noche la de aquel día!
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