jueves, 26 de enero de 2012

Recortes

-Lucía Etxebarría deja de escribir por culpa de la piratería. Espero que cunda el ejemplo. Empezando, claro, por mí. Ea, hoy ya no escribo más. Ustedes se lo pierden.

Mentar los derechos de autor asegurando que se actúa en su defensa es, sin duda alguna, una sutil artimaña para partirnos el corazón. Pobrecillo autor, tan desvalido frente a las maldades de unas tecnologías que parecen hechas exclusivamente en su contra. Pero, ¡coño!, si el susodicho autor sólo se lleva, con suerte, el diez por ciento del precio sin iva del libro. Una cantidad irrisoria que, estoy convencido, cualquier pirata de los libros de Lucía Etxevarría o de (incluya aquí su nombre propio) estaría más que dispuesto a abonarle con sólo disponer de su número de cuenta corriente, en Caja Rato a ser posible.

Lo decía Roger Chartier -y Roger Chartier es quién para decirlo- que, en su origen, el problema de los derechos de autor enmascara, en realidad, el problema de los derechos del editor.

-Son muy religiosos. No lo entienden, argumenta Jonathan Mills en defensa de sus padres y sus hermanos. Y ¿qué deberían entender y la religiosidad se lo impide? Pues que Jonathan Mills es gay. Tan gay como muchos religiosos a los que su religión no les impide aprovecharse de los chiquillos a los cuales, entre otras asignaturas banales porque no atañen al espíritu, les enseñan la religión como terapia contra la homosexualidad.

Sencillo como un haiku.

Sólo por jugar, cambiemos los términos de lugar. Son muy homosexuales. No lo entienden. Y, ¿qué… etcétera. Pues que los padres y los hermanos de Jonthan Mills son religiosos. Tan religiosos como muchos homosexuales a los que su sexualidad no les impide dejar la asignatura de religión para septiembre.

Fácil como un teorema: darle al cuerpo lo que es del cuerpo y a los dioses cuanto de los dioses sea. Cuando convenga. Hay tiempo.

-Madrid tendrá una calle o una plaza con el nombre de Manuel Fraga.


Propongo desde aquí al Exmo Ayuntamiento de Madrid que dicha calle o dicha plaza, ¿por qué no avenida, una vez puestos?, se llame sencillamente Mía.

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