sábado, 28 de enero de 2012

Crónica de una inocencia anunciada




Como en el Circo –pero sin el como-, hay que poner cara de asombro, fingir que te sorprendes, mostrar que se te alivia el alma cuando el trapecista, luego de un triple salto mortal con estrambote, pone el pie en la arena, a salvo ya de cualquier contingencia desfavorable. Como en el circo –pero sin el como-, todo debía estar previsto –atado y bien atado, franco enunciado- en el juicio con jurado ‘popular’ de Francisco Enrique Camps Ortiz a tenor de esa sentencia absolutoria que resuelve el caso a su favor y provoca la aclamación unánime de los espectadores.

Vale que pudiera haber devenido un accidente; que lo inopinado se hiciera carne –como lo escribiría un metafórico de derechas- y al mentado Francisco Enrique Camps Ortiz lo hubiesen declarado culpable, pues también puede ocurrir en el circo –pero sin el como- que el trapecista se despanzurre contra el suelo (dios no lo quiera). A veces, en ocasiones conviene al espectáculo, a su credibilidad.

La cuestión está en determinar si en esta ocasión concreta existía o no semejante posibilidad. Y juzgo razonablemente que no. Bueno, lo de razonable vamos a dejarlo entrecomillado, pues visto que yo me ando más bien entre ficciones, que mejor me fio de un cuento antes que de un teorema, en realidad cuando pienso en ello me asaltan la cabeza algunas escenas del cine americano. Esas en que un negro habla con un agente del efebei y éste le dice: si te entregas, tendrás un juicio justo. Usted es gilipollas, le contesta el negro, aunque se trague lo de gilipollas por si acaso eso supone resistencia a la autoridad. No ve que soy negro y esto es Alabama.

Pues lo mismo pienso que pienso respecto del juicio del señor Camps Ortiz. ¿Un juicio justo? (proposición para evidenciar la fatalidad de un juicio injusto; que juicio y justicia, con venir de la misma familia léxica, no andan bien avenidos) ¿No ve que yo soy el camps y esto es Valencia?

Menos dificultades debió tener Abraham para hallar diez hombres justos en Sodoma que el Tribunal en Valencia para decidir los nueve que compondrían el jurado que habría de declarar inocente al tito camps. Lo decía El Mundo, no yo, que cada valenciano oculta a Hacienda rentas por valor de 5.331 de euros de media al año. ¿Habrá quién en Valencia piense que recibir regalos es delito? Por otra parte, ya se sabía que en dicha Comunidad (autónoma donde las haya) al menos uno de cada dos estaba a favor del ‘tito’, conforme pudo verse en las pasadas elecciones autonómicas y generales (52,2% de votos a favor de los Pijo Pollas).

Así las cosas, si se tratara de buscar inocentes, ya sabemos en dónde no debemos hurgar. En Valencia, el más tonto fabrica relojes, dice el castizo. Crematorio, la rebautizó una serie televisiva de mucho éxito.

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