lunes, 16 de enero de 2012

Escatologías


"El Gobierno pide un esfuerzo más’ y garantiza que no será en vano"

Siento que el esfuerzo me acompaña desde siempre, y mire si han pasado años. Probablemente sea una frase alrededor de esa palabra la primera que recuerde haber oído. Nada de ‘qué niño más mono’; ‘cuchirritín’; ‘cielo’; ‘uy.. te comía’. No. Haz un esfuerzo. Rempuja. No me aclaro bien si porque renunciaba a eructar luego de mamar a ciegas, o porque no cagaba sino me metían por el culo el rabillo de una hoja de geranio empapada de aceite (y luego hablarán) mientras insistían: aprieta, afánate.

No sé si, como les digo, será por una de esas dos razones (auténticos traumas infantiles, entiéndanse) por lo que, cada vez que oigo pronunciar esfuerzo, afán, rempujo, empeño, sudores me entran, a mí cuanto me entra es como una necesidad fisiológica suficiente para correr a autorregularme el organismo.

Dadas las críticas circunstancias, últimamente estoy que no me contengo. Me cago a la primera de cambio. Si miro el periódico, si enciendo a la televisión, si le pregunto a los niños qué tal el trabajo y ellos me contestan que se afanan. El esfuerzo y la diarrea me vuelven a atacar al unísono, como si fueran la traducción libre de un mismo y único concepto.

Y no tengo conciencia de que no sea en vano. Tanto esfuerzo para nada, me desconsuelo sólo de pensarlo. A no ser, se me ocurre como iluminado por la gracia de un espíritu travieso –premio por permanecer tanto tiempo en cuclillas, apoyado en los calcañares-, que aproveche para cagarme en ellos; me cague -me propongo- en tanto adalid del esfuerzo ajeno. Porque, y la ocurrencia es del mismísimo y espantoso Camilo José Cela, 'no es lo mismo, amor mío, estar cagado que estar cagando'.

No hay comentarios:

Publicar un comentario