viernes, 13 de enero de 2012

Excursus sobre libros –II-

… estamos como al principio.

Mirados de frente, los lomos adocenados de los libros en su anaquel, semejan los miembros –secretamente voluntarios- de un pelotón de fusilamiento. La mayoría de ellos disparará cerrando los ojos y casi nunca atinando, aunque a ti ese casi de nada te libre. Pero uno, nada más uno, abre los ojos como si lo hiciera por primera vez y acierta a ponerte la bala que te mata en la sien. Momento decisivo tras el que se muestra la elección.

Sales a la calle con el libro descuidado bajo el brazo, bien guardado en el interior de una cartera de piel beis donde se anuncia un Congreso de Jóvenes Emprendedores, regalo por no asistir, pues siempre es conveniente, incluso si sacas el libro de la biblioteca de tu casa, que lo lleves a dar un paseo, que le de el aire, que se aireé como las sábanas que acaban de empaparse de los sudores de un encuentro amoroso, antes de comenzar la proyectada lectura, algo, en el fondo, tan circunstancial como pudiera ser que, en el transcurso de ese paseo con el libro, acuciado por la sed que viene con la victoria de haber sabido elegir, entres en un bar, te acodes en la barra, pidas una cerveza, o un vaso de vino tinto, y sólo porque ha transcurrido un rato (espera, ratito de oro, que quiero gozarte aquí, Juan Ramón) sin otras preocupaciones que las de la espuma de la cerveza o el ritmo de trasiego del vino, a la salida olvidas recoger el libro, lo dejas en el hueco bajo la barra, donde no le daba la luz, quizás en prenda de una pretendida deuda con la humanidad, más necesitada que tú, lo piensas a veces, de una buena lectura.

Mas el lomo del libro es como el perfil de un asesino que acecha en la sombra y te sigue cuando escapas, si intentas la habilidad de darle de lado con cualquier pretexto…. (continuará)

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