miércoles, 18 de abril de 2012

El maestro ignorante (citas de nucho provecho)

El olfato fue el primero de nuestros sentidos, y tuvo tanto éxito que, con el tiempo, el pequeño montículo de tejido olfativo situado encima del tendón nervioso se desarrolló hasta convertirse en el cerebro. (Diane Ackerman. Una historia natural de los sentidos, pág. 38)

Semejante enunciado, contra el cual carezco de argumentos, trastoca en profundidad el significado que le atribuíamos, de forma bastante machista, a exclamaciones tan nuestras como ‘por narices’ o ‘no me infles las narices’.

A tenor de lo dicho por la Ackerman, debemos admitir lo obvio: ‘por narices’ no era ‘por cojones’ -tal y como, insisto, el machismo nos hacía creer-, sino ‘muy pensado y meditado’. Igualmente, quien ruega que ‘no le infles las narices’, no pide eso: que ‘no le infles los cojones’ (sic), sino que no le hagas pensar más. Vaya lo uno por lo otro, pues, la verdad, uno acaba ‘hasta las narices’ cuando persigue el sentido de las palabras… entonces no sirven, son palabras.

Pensamos porque olemos. (ibídem, pág 38)

Mas no debe inferirse de ello que quien más huele -lo mismo si huele bien o hiede a perros muertos- piensa con mayor largueza e intensidad que aquellos otros seres que a su propio olor lo evitan o lo tapan con los remedios al uso.

Por el contrario, no sobra suponer, que los perfumes y las pestes alteran la naturalidad del pensamiento en no poca medida.

(continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario