jueves, 16 de enero de 2014

SOFÍSTICA PARVA



-Hablemos de ese concepto suyo: lo Desfavorable.
-Si se empeña. Pero, antes, dígame: ¿qué quiere usted saber?
-Lo que no sé todavía. Lo que me espera a la vuelta de la esquina; pues, supongo, lo Desfavorable será un concepto esquinado o no será.
-Todo  concepto tiene su algo de esquina y su poco de realidad. Lo uno le permite ampliar su independencia. Lo otro, establecerse y llevar una vida de apariencia tranquila. Sin embargo, es dudoso que lo Desfavorable sea un auténtico concepto y no todo lo contrario, aun cuando lo suyo no sea oponerse.
-Esto que dice me provoca una gran perplejidad. O, si le soy sincero y sencillo: no lo entiendo.
-El concepto se basta y se sobra de sí mismo para estar entre nosotros. Allí donde dos nombran al concepto, éste se presenta en su absoluta mismidad, que no necesita justificación alguna. Es, le digo, lo dado por hecho. En cambio, el no-concepto  es, no más, el satélite que ni puede desprenderse de la luz que le proporciona el astro principal, ni termina de tomársela en serio; oponiéndose, motu proprio, a remar en la misma dirección en la fe de así anclar la nave.
-¡De locos!
-Pues eso. Para mostrar lo Desfavorable se ha de estar instalado, antes, en lo Favorable –pleno concepto- y andar desprevenido, por supuesto, teniendo como casa propia lo previsto.
-¡Vaya por dios!, señor Dungam (Jacobo Dungam, judibelga descubridor de los ‘conceptos travestis’, entre otros hallazgos de mucha desnecesidad), me conduce usted, de la mano, al desaber.
-Será que vino sabiendo mucho.
-Pues, mire, yo creía no saber nada.
-Quizás usted no sea sino un no muy hábil buscador de tesoros. Un indigente en pos de lo que pueda librarse de la desabundancia que tiene por matria.
-Tampoco hay por qué ofender.
-Déjeme a mí aire y no se lo tome como un agravio.
-Sea.
-¿Lo ve? Con ese admitir ‘sea’, usted se instala en lo Favorable de la situación y cuanto pueda derivarse de ella. Aún persigue un tesoro, pero cuanto lleva encima le sirve de mapa del tesoro; sus pertenencias [conceptuales] –pocas o muchas, pero todas cuantas son- las encuentra pistas para alcanzarlo.
-¡Qué bueno que vaya por el buen camino!
-La ironía es mala consejera, amigo mío.
-Perdón, no quisiera...
-No. No venga a tropezar tan pronto en lo Desfavorable. No se desvíe. Continúe por donde iba. Pienso sólo en que le espera un tesoro.
-Pues, démonos prisa en acabar con esto que me entretiene, y dígame, de una vez por todas, que si no ni siquiera me van a pagar la entrevista, qué es lo Desfavorable.
-Consiento.
-Concrete.
-Malentender el rastro, confundir las pistas. Tenga en cuenta que yo solamente denomino Desfavorable a la Biblioteca. Biblioteca Desfavorable. Todos los libros que tengo y no tengo, forman parte de ella. Todas sus certezas, del mismo tamaño siempre todas ellas, no han hecho sino confundirme, porque en lugar de olvidarlas, como es el menester de la cordura, las he retenido, a lo mismo que el mono de mi primo Kafka: para que un día me admitieran en la Academia, un acabar demasiado estúpido si se tiene en cuenta que, como lo dice Jaime Gil de Biedma (ya ve, otra lectura cualquiera), sólo cabe acabar como un noble arruinado entre las ruinas de su propia inteligencia. Pero es que, noble, uno ya lo era si arruinado queda por gastarse los cuartos en la Biblioteca.
-Anonadado corro a buscar un barbero y un cura, que ama y sobrina ya tengo.
-Vaya con dios

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