domingo, 19 de enero de 2014

DOS VIÑETAS





En El país de ayer, sábado 18, Tzvetan Todorov destaca acerca de Nelson Mandela: Renunció a la violencia cuando pensó que iba a poder conseguir lo mismo con otros medios. Lástima me da que, de la otra parte –la segunda parte de las partes contratantes, al gusto de Groucho Marx- no pensara igual, porque el buen Mandela se habría librado de unos años de cárcel sin necesidad de abolir ninguna doctrina Parot. Lo que igualmente resalta en las actitudes de ambas partes, es que ninguna de las dos tenían prisa. Nunca sabremos con certeza si el empleo de la violencia habría adelantado (precipitado, dirán algunos para evidenciar, a su vez, que así no vale) los acontecimientos. Como tampoco, si habría servido, muy al contrario, para retrasarlos, pues en aquel pensamiento de Mandela cabe suponer la reflexión previa: a tortas, y vistas las que nos están cayendo, llevamos todas las de perder. En las peleas, contienda, riñas, quien primero se rinde reconoce, precisamente, eso: que pierde. No obstante, rendición no quiere significar resignación –aquí radica la fundamental diferencia entre the oncle Tom y Nelson Mandela- ni que el otro haya vencido de manera definitiva. Nadie se lo cree. El ladino Lenin ya lo apuntó con su “pasito pa’lante, dos pasitos pa’tras”. El recelo sigue poblando las conciencias de los contendientes. Y entretanto, el recurso (viñeta de El Roto) y el terror (viñeta de Forges) a la violencia continúan determinando la música entre los enfrentados, a la espera permanente de llegar o de irse. Ambos albergan la misma ilusión, que, llegada su oportunidad, el exegeta de turno expondrá, cuando no se precise, invirtiendo el sentido del ‘destacado’ de Todorov: Recurrió a la violencia cuando pensó que no iba a poder conseguir lo mismo con otros medios.
 
La cuestión estriba en cómo prepararse para ese entonces. Estrenarse, bien para encajar el golpe o para propinarlo. Porque, como una vez le dijo John Le Carre al mismo periódico: Uno tiene el deber, por propia dignidad, de ver destruidos a sus enemigos.
(a Ritxi, que me aficionó a las viñetas)

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