martes, 17 de enero de 2017

IN-ACCIÓN DIRECTA



Nada más absurdo y poco satisfactorio que el día después de la revolución. sobrevivirla me parece un auténtico disparate. Nunca supo Moisés la suerte que tuvo porque dios no le permitiera entrar en la Tierra Prometida. Bien mirado, “sin perjuicios de clase” que nos anime, él, Moisés el de las Tablas, el excluido por precipitado, quizá fuese el único que se libró de dios y su desafortunada gestión de la vida, pues los que sí llegaron a traspasar el umbral de la promesa, ya sólo tuvieron el tiempo para agradecerle a dios el alquiler… y vivieron para siempre en la alabanza del señor.

Por lo mismo, cuantos logran sobrepasar los días de la revolución, aquellos que salen victoriosos de la revuelta, le han de seguir guardando fidelidad a la misma, manteniéndose en vida por si un día la revolución se la pide a cambio de nada. ‘Nadie es imprescindible’ en el mundo nuevo, pasa a ser el lema revolucionario par excellence. Buenaventura Durruti Domínguez tampoco lo supo [ni Durruti ni Ascaso, únicamente García Oliver]Durruti no tuvo ocasión de conocer el bien que hacía a la revolución con su muerte, ocurrida, además, en extrañas circunstancias. Él, que venía de decir: Llevamos un mundo nuevo en los corazones, al morir sin querer, obligado por la “lógica del género”, que diría Raymond Chandler, sentó como era que ese ‘mundo nuevo’ prometido por la anarquía, es nada más un anhelo del corazón. Y para mejor anhelar, debemos antes reconocer que fracasar en el intento es lo mejor, lo único que se la merece: la revolución, me refiero. Aunque de esto nadie sino Arthur Rimbaud llegara a convencerse, y malditas las ganas.

Nota bene. En el ahora mismo hay un querer hacerse con la revolución (?) por parte de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Si la rima mantuviese aún algo de su antiguo valor, de ser condicionante de la poesía que iba a “cambiar la vida”, posiblemente la tarta de cumpleaños la soplaría este último. Pero puede que no. Cosas peores, y mejores, ¿quién puede saber?, pueblan la historia. Quizá la pelea la gane Iglesias –con la iglesia hemos topado para fiarnos- y sea Íñigo -¿se conformará el jesuita?- quien lleve las de perder. Pero el asunto no debería preocupar ni al uno ni al otro, tan amigos. En realidad, no dejamos de ver que en esto de la revolución gana quien pierde, aquel que sigue manteniendo el anhelo, la esperanza , el suspiro. Siempre y cuando la cuestión no venga resuelta de antemano y el que gana siempre sea Monedero que perdió el primero.

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