jueves, 5 de enero de 2017

EL ARCHIVO Y EL VACÍO


Los archivos empiezan a ocupar demasiado espacio; ganan espacio día a día; se extienden por el espacio como plaga de langostas devoradoras y aquellas hormigas, no menos glotonas, de Cuando ruge la marabunta, con Charlton Heston y Heleanor Parker de protagonistas humanos. Los archivos, en fin, lo contienen todo. O casi todo, pues lo que todavía perdura en su forma de pensamiento, frágil pero no débil, espera su turno en un anexo del Archivo, “especie de espacio” semejante al viejo, e igualmente archivado entre los asuntos sin razón, Purgatorio.
Si la cosa continua tal y como va, pronto no habrá lugar en el mundo –ni en este ni en los otros de Paul Eluard, aun cuando de estos últimos no haya quien de certeza- para los cosas y los seres reales, y para entonces nos deberemos conformar con vivir en el Vacío. Pero al Vacío no podemos cargando nuestras cosas, ni siquiera las preferidas, a) porque ya cuentan en el archivo y b) porque allí donde hay cosas no es, ni mucho menos, el Vacío. O sea, que estaremos en el Vacío mujeres y hombres también desprovistos de ropas, incluidas las interiores. ¡Como en el paraíso! ¡Desnudos!, exclama con grande alborozo y mucho contento ante tan generosa perspectiva el optimista que a ratos soy. ¡En los huesos!, le contesta con las orejas gachas y los ojos preñados de lágrimas el pesimista que escondo dentro para mis peores momentos. Por hablar a la ligera, mi yo agorero ni siquiera se para a regocijarse la razón que lleva, pues si esa expresión de uso común, “En los huecos”, tiene algún sentido, es que estamos sin nada; nada que guardar y nada que enseñar. Ni carne ni huesos nos ha de quedar llegando a ese extremo donde el Vacío se dobla a sí mismo, como sugiere ese otro dicho extendido: “está en las nubes”, recién renovado, si acaso, como “está en la nube de internet”.
Mas, así como el optimista suele acabar complaciéndose con lo poco o lo mucho que le toca al cabo de su esperanzadora espera por larga que sea, así el pesimista podríamos decir que goza creciendo, volviéndose más grande y atrevido, y es por ello que lo escucho susurrarme a la oreja: No temas tanto encontrarte en el Vacío desprovisto de todo cuanto eres. Todavía sentirás las punzadas dolorosas de tus miembros fantasmas. Como sea que quiera callarlo de una vez para siempre, volverlo a él un espectro y no a mí, recurro al concurso de mi yo optimista para responderle con una fresca: ¡Y nos cosquillearán los miembros!… tú sabes… con nada más darle que te pego, añade, a la bioretroacción electromiálgica, que no sé a ustedes, pero a mí me suena… maniobra tibia.

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