viernes, 25 de enero de 2013

Simple como el encuentro fortuito de la ginebra y la tónica



La propiedad privada no comienza, según pensaba Proudhon, con el robo, sino con el trato de toda la propiedad común como si fuera la posesión privada del rey, cuya vida y cuyo bienestar se identificaban con los de la comunidad. La propiedad era una prolongación y una ampliación de su personalidad, como representante único de la totalidad colectiva. Pero una vez aceptada esta pretensión, por primera vez podría enajenarse la propiedad, esto es, separarla de la comunidad por regalo individual del rey.

La separación y división de la propiedad comenzó con el otorgamiento de dádivas por parte de los gobernantes absolutos a sus compañeros de la nobleza, sus allegados y sus servidores, en recompensa por los servicios prestados.
Lewis Mumford. La ciudad en la historia. (pepitas de calabaza ed.) O sea, la cosa viene de antiguo. De los tiempos de Hammurabi o Mari Castaña. Pero, basta cambiar rey por Estado, dádiva por privatización, totalidad colectiva por mayoría absoluta, y otras cuantas palabras al gusto de cada uno, para que la situación nos resulte harto conocida y sepamos de qué se está hablando hoy cuando nos hablan de liberalismo, de mercado: zarandajas de mercachifles.

Mexan por nós e din que chove.

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