Sísifo está sentenciado –ya es inquina-
a subir la montaña con la piedra a cuestas. Pero no es así porque la montaña
sea muy alta –su pico lo cubran las nubes- por lo que jamás acaba de cumplir su
condena. No. La montaña es normalita. Incluso yo diría: más bien ridícula,
visible en su totalidad desde cualquier punta y desde todas las distancias,
para que, por a la vista de todos, sirva de ejemplo a los desocupados que en su
abulia sean capaces de pergeñar malos pensamientos.
Si Sísifo no acaba nunca de cumplir con
lo mandado por los Tribunales, es porque al llegar arriba de la montaña, el
pobre tiene la infeliz ocurrencia de bajar la piedra al suelo y con las manos
libres: limpiarse el sudor de tanto e inútil esfuerzo. Mas como la piedra es
redonda –ha de recordar la bola que lastra el pie de los presos- y la pendiente
pronunciada, aquella rueda montaña abajo sin encontrar impedimento alguno. Así
la mala cosa, Sísifo ha de volver a empezar (Begin the Beguine, José Luis
Garci) como si en el mundo nada sino la constancia de Sísifo fuese importante
(el trabajo no rebaja tu nobleza y dignidad)
Un día, no obstante, apesadumbrado más
que de costumbre, Sísifo abriga una última esperanza. Hoy no deja la maldita
piedra sobre el firme. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, la levanta por encima
de su cabeza y la arroja con toda su fuerza y su mejor tino, allí donde
contemplan la escena los jueces y patronos que lo condenaron. Algunos de estos
caen malheridos, otros mueren, pero, ¡Ay!, los sigue habiendo. Así que,
obediente, Sísifo corre cuesta abajo –esto poco le cansa-, recupera la piedra,
vuelva con ella a subir la montaña y de nuevo la arroja sobre el lugar,
falsamente a salvo, de sus condenadores. Todos los días. Mil veces a diario.
Hasta que el tiempo se acabe, seguirá Sísifo apedreando con tesón a los que le
velan, pues ha asumido que alguien tiene que hacerlo. (a Gorka)
no sería mala opción, esta tuya, de arrojar la piedra en lugar de hacerla rodar... tampoco cambiaría demasiado el "juicio".
ResponderEliminarasí, como ya apunta Camus, "nunca vi morir a nadie por el argumento ontológico" por lo que no hemos de preocuparnos demasiado.
un beso,
gorka