a/ La
Generación a la cual le arrebatamos las legumbres. Así lo proclama un spot
televisivo para, acto seguido, recomendarnos la recuperación inmediata de los
garbanzos, las judías, las lentejas, los guisantes, las habas, los altramuces o
chochos para la merienda. La falta del habitual consumo de legumbres, sugiere
la conocida marca *, está en el origen de la crisis. Y aquel, a su vez, en el
olvido inmediato de la paternidad responsable.
b/ De esa falta de responsabilidad paterna va, aun cuando
lo disimule, Sin presente, la última
novela del francés Lionel Tran, publicada por Periférica. Padres que abandonan
el domicilio familiar para vivir su vida, como Godard. Madres que caen en la
depresión hasta que por fin recuperan su perdida sexualidad. Madres y padres,
en fin, a los cuales cabe aplicar la frase de Hannah Arent que, con tendenciosa
oportunidad, abre el libro: La autoridad
ha sido abolida por los adultos y eso sólo puede significar una cosa: que los
adultos rehúyen asumir la responsabilidad del mundo en el que han colocado a
los niños. Quizá yo recuerde las largas ausencias de mi padre como un largo
y confuso veraneo; algo así como las largas vacaciones del 36, de Jaime Camino,
o El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet. Después, tampoco lo he echado de
menos, pues era lo obvio que, a pesar de todo, estaba ahí. Tan vigilante como
atento. Pero para la generación de los deslegumbrados el descubrimiento final
de la falta de padre ha sido como descubrir antes de fecha aquello de que la vida iba en serio uno lo empieza a
comprender más tarde, según Gil de Biedma, maldita sea. Se los llevó la
vida por delante cuando volvieron a casa y Madre les sirvió lentejas viudas
para almorzar.
c/ Me
preguntó, aunque a nadie le ha de importar, qué motiva a flan Dhul para
patrocinar un programa como Las mañanas de Cuatro, donde la corrupción es la
estrella invitada.
d/ Se suele decir que la realidad supera la ficción,
pero a lo que supera la realidad es al psicoanálisis. No basta el acto de
contrición ni la confesión ni el propósito de enmienda. Sobre todo ello sobrevuela
la realidad como es la de tener que sobrevivir permanentemente psicoanalizado. Casi a tu pesar, comienzas a comprender las
relaciones de poder entre los que dirigen y los que llevan mono de trabajo. Un
día oyes cómo un directivo le dice a un obrero que es un buen perro,
reflexiona Chong, narrador de Sin
presente, casi al final, luego
de, dice, haber vivido diez años sin
estatus social.
e/ Se asumía algo
tan sublime como: La vida es un valle de lágrimas. El final de la guerra –cualquier
guerra:...Al salir de la guerra, la
generación llamada del baby boom se benefició de condiciones que permitieron un
aumento global del nivel de vida...- y la no siempre pacífica publicidad,
alteraron por unos años la metáfora y ya se vivía en el limbo de los justo. Sólo
que tras ese periodo de transición aupado por los redentoristas extremos de uno
y otro confín, no vino la recuperación del paraíso sino las vacas más flacas
que la historia había conocido. Y como no se le podía echar la culpa al cha cha
cha, recayó sobre unos “bienestosos” padres olvidados de las virtudes de las
legumbres.
f/ Con todo, este Sin presente parece arrojar un saldo positivo: Vas a cumplir treinta años. Has vivido diez años sin estatus social. Te
has alimentado sin ingresos. Has tenido la fuerza de fijarte objetivos, y de
concentrarte en ellos. ¿De qué tienes miedo? No has muerto. No te has vuelto
loco. Has sobrevivido. ¿Cuántos habéis pasado por eso?
g/ Ahora
caigo. Concurso televisivo. El presentador, como es habitual, pregunta al
concursante para qué quiere el dinero si gana. Un muchacho de voz meliflua y
presencia estándar le responde con sencillez aplastante: Para tener más. ¿Cuántos
habéis pasado por eso?
No sé si me gusta.
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