viernes, 2 de octubre de 2015

QUE HABLE LA A



Los hechos son los hechos, y no cabe dudar de ellos, pues la cosa misma de ponerlos en cuestión, nos pone a la par en la situación de necesitar concederle un mínimo de fiabilidad.

El escepticismo, decía Sexto Empírico, no niega los fenómenos sino su versión.

Los hechos -los fenómenos- no se conocen, se asisten, se está, se viven. ¿Es factible guardar memoria de ello si entendemos memoria en el sentido de un revivir lo que ya no se vive? Así será como en el distanciamiento (creciente) entre los revivido y aquella vivencia plena, halle la memoria su espacio. Esto pudiera verse tal que un retorno al punto de partida, pues ahora hay una segura cartografía del paisaje. Mas no. El bienvenido aborrece de los mapas. Dice –o mejor, clama:- “Ya nada es igual allí por donde anduve. Los árboles se han apergaminado. La tierra se ha enlodado con las lluvias otoñales. El sol vuelve a reinar, sí, pero como un monarca dominado por el cansancio que le provoca la educación de su descendiente.” Y seguiría hablando, no dejaría de clamar contra el correr de las horas si no fuese porque en ese preciso momento –pero cuál- el recuerdo de él mismo alejándose del remoto lugar de los hechos no le forzara a seguir en ellos.

Siempre que buscamos si el objeto es tal como nos aparece, decía Sexto Empírico, concedemos que aparece.

Los hechos de la memoria remueven el fondo, pero no alteran la superficie. Eso es a lo que llaman Historia y, para nuestra fortuna, no es más que su fascinante espectáculo.

Tal como nos parece por el momento, decía Sexto Empírico, una tarde que pasamos juntos los tres: Sexto, José Carlos Rosales y yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario