Cuenta Plinio de unos pájaros
que, confundiendo las uvas pintadas por Zeuxis de Heraclea con uvas verdaderas,
hambrientos se lanzaron sobre ellas. Por fortuna, los humanos jamás caeremos en
tan burdo ardid de forma directa e inmediata, propia de gañanes. A los humanos
nos puede más la codicia que el hambre, siendo en este peculiar instinto de “conservación”
donde podemos encontrar el origen del arte y del dinero. Desde luego, la
pintura fue anterior a la escritura (todavía garabatos. Una imagen debió preceder
a un Vale por…
Plinio también nos dejó el
relato de una apuesta entre el tal Zeuxis y Parrasio de Éfeso sobre cuál de los
dos pintaba con mayor conformidad a lo natural. Ofreció Zeuxis sus uvas
magníficas y Parrasio algo cubierto por una tela. Se las prometía muy felices
Zeuxis entre los vítores de la concurrencia, y le pidió a Parrasio que mostrase
a su vez su obra. Éste se limitó a invitarle con un gesto de la mano a que él
mismo la descubriese. En vano. Cuando Zeuxis quiso apartar la tela, sus dedos
no hicieron sino resbalar sobre la, aunque arrugada, firme superficie de la
pintura. Maravillado por tan real trampantojo, se limitó a felicitar al gran
Parrasio, que lo había vencido. Pienso si el resultado de aquella remota
competición no será el nacimiento de la Gran Banca, la que siempre gana y
esconde sus tesoros.
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