martes, 2 de junio de 2015

QUE RUEDE LA BOLA



De acuerdo con Foucault, la crítica es “el arte de no ser gobernado por otro o, mejor, el arte de no ser gobernado por otro de esa manera y con ese costo”, leo en ¿Cuánto vale el arte? de Isabelle Graw. A continuación, Isabelle añade: “el ‘no de esa manera’ es lo que importa aquí, pues un cierto grado de sumisión siempre existe.”

Como las lecturas no dejan de ser interesadas, como uno siempre lee lo que quiere leer y las sorpresas no abundan en los libros [que uno lee] -últimamente a mí sólo me ha sacado de mis casillas Svitaslav Basara y su Peking by Night-, cerré el ejemplar de la Graw y apliqué la doble sentencia a lo que en estos días más me preocupa, por cuento nada puedo hacer por alterar su devenir. Me refiero, claro está, a los resultados de las elecciones municipales y los días de pactos y rosas que vivimos, pero sin vivir en nosotros, como era que nos prometían sólo unas jornadas antes, cuando nos permitieron, como en los locos carnavales, ser un poco protagonistas...del cambio.

Lampedusa siempre ronda cuando se habla de cambio, precisamente porque “un cierto grado de sumisión siempre existe” y aunque Julio Iglesias ‘cambie’ constantemente de chica, el trajín que se llevan entre manos siempre es y será el mismo. La cuestión, en tal estados de la Cosa, no puede ser otra que la de definir qué grado de sumisión estamos dispuestos a soportar. O sea, cuáles pactos vamos a ver con  buenos ojos y cuáles no. Por supuesto: aquellos que no perpetúen “esa manera de gobernar”, que no es sino la del Padre, omnisciencia.

En principio se trató de abandonar la representación y recuperar el ser el Sujeto del Verbo. Pero el ¡Que no nos representan, que no! se volatizó en el aire, antes incluso de poder siquiera pretender solidificarse. Es más, el que no adquiriera esa solidez que ya los signos de admiración le negaban (nadie puede sobrevivir eternamente admirado), fue el primer paso de quienes hicieron de esa proposición una bandera para el Partido que, él sí, adquirió enseguida las nobles virtudes de la piedra. Aunque, tampoco cuesta reconocerlo, todavía siguieron manteniendo en vigor una leve memoria de lo que fuera la amalgama de los Movimientos Ciudadanos que entonces surgieron de forma espontánea frente a la Catástrofe a la que entre unos y otros [de los partidos habituales] nos habían llevado. Quiero decir que Podemos –y acaso también Ciudadanos- se prometió poder todo menos pactar, sobra añadir: con la casta.

“Cierto grado de sumisión siempre existe.” Lo Real tiene sus leyes casi inmutables. La Necesidad se impone. Foucault resulta una buena coartada: vamos a gobernar de otra manera y con otro costo. (Si se me permite el excurso, y parafraseando al poeta salvadoreño Roque Dalton: ¿para cuándo será el costo /el costo del pueblo?) Los pactos, por lo que se ve, hasta cuentan con un aval filosófico de reconocida solvencia.

¿Dónde radica, así pues, esa picazón que no deja de molestarme y contra la cual nada o poco puedo hacer? No lo sé. Quizás esté incubando la sospecha de la recuperación del prestigio de la Representación. Y que el hecho de que sean otros quienes nos representen me dé igual. De nuevo nos topamos con Lampedusa. Toda cambia para que todo siga igual. Recuerdo un viejo chiste (?) de Perich: Aunque la mona se vista de seda, mona se queda, pero entra al Museo -decía. Los partidos emergentes, ahora encumbrados, adquieren un valor en sí mismos más allá de lo que dicen representar, como las obras de arte ayer rompedoras. En esto, y volviendo al libro que estaba leyendo, a los políticos les pasa como a los artistas: “tiene(n) un producto que circula independientemente de su(s) persona(s). Estas es la ventaja decisiva de las Bellas Artes (y la política lo es), en términos de producción. Precisamente porque producto  y persona no son lo mismo (aunque permanentemente se conecten metonímicamente), el artista (el político) puede darle a la relación con su propio producto una forma tal que critique o rechace estas mismas condiciones.”

Pero a lo mejor no me explico bien.

-Isabelle Graw. ¿Cuánto vale el arte? Mercado, especulación y cultura de la celebridad. Mardulce 2015.
-Svetislav Basara. Peking by Night. Minúscula 2012
-Roque Daltón. Taberna. Casa de las Américas
-Perich. Autopista. ?

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