martes, 26 de mayo de 2015

TODAVÍA SIN TÍTULO



Eché el domingo desde muy temprano, y hasta que por fin decidieron que era la hora de ofrecernos el resultado de las elecciones en Madrid, capital de la Gloria, en pensar que sólo admitiría una derrota sin paliativos  (¿no han liquidado la Sanidad? Pues eso) de doña Esperanza y la Cifuentes –en ese orden y calificación. No podía ser de otro modo. No quería, y a mí cuando me da por querer: o todo o nada.

Como siempre desde que el mundo es el mundo contable, es decir: luego de Gregorio XIII y su reforma (¡cuidado con las reformas!), casi de inmediato, como entra la policía -¡Ay!- en las casas de los sospechosos, se me presentó el lunes con todos sus agobios y me cogí una depresión de aúpa. No habíamos ganado. Quiero decir, no habían sido mancilladas  en las urnas ni la Aguirre ni doña Cristina (subida a las barbas parcas de su correligionaria por un escaño). Una vez más, la enésima, el lunes llegaba con su “poco de realidad” a cuestas. Con su eterna contabilidad y desprecio de la cuentabilidad, si tal neologismo me es permitido.

Sin embargo, como quien no se conforma es porque no quiere, y siendo, además, que yo no creo en las depresiones que no pueda corregir un buen y prolongado abrazo con su ración de besos cada vez más próximos, como lo diría el antipsiquieatra Rendueles, compruebo lo que ya sabía pero no le había encontrado su relevancia eso lcondida. Leo en todos los periódicos que con verdadera avaricia me he pertrechado en la mañana, que los populares están contentos y dichosos con los resultados. Para el caso lo están unos y otros, pero a mí sólo me interesa, ahora, el júbilo del PP.

Me pregunto de dónde le puede venir la satisfacción si es lo cierto que no van a poder gobernar ni en su propia casa. Ya verán cómo, sin recurrir al psicoanálisis, echarán las culpas a la madre que los parió, la pobre. Pero, por suerte, ellos mismos –sobre todo ellas- me dan cumplida y satisfactoria respuesta. Aún somos, se vanaglorian, el partido más votado de España. Y esto, ¡claro!, da mucha felicidad, siendo, como es, la realidad contable, aun cuando la maldita contabilidad les siga trayendo de cabeza y de juzgado en juzgado, como a Luis de Vargas y los restantes Siete niños de Écija.

Confieso que en una primera lectura me sentí decepcionado. Que el PP haya sido el partido más votado del uno al otro confín, es para sentir pena de nosotros mismos.  Mas, como quien se cae del guindo de sopetón, tardé apenas si un “ratito de oro” (Juan Ramón) en convencerme de que tal aserto podía ser reversible. De hecho, nada me impedía darle la vuelta, como a aquellos viejos impermeables que hicieron furor al principio de ‘los Sesenta”, y llevarlo a mi gusto (como el patio de mi casa) particular.

Que sumen, sí, y que sigan creyendo tener más que nadie. Verán que, desgraciadamente, pasé  lo que pase, mande quien mande a partir de ahora, seguimos sin quitarles nada. Si acaso le ofrecemos –vale que con todo el peso de la ley- la lección que en su día se saltaron aprender: que incluso en el capitalismo más corregido, por moderno y liberal, no siempre el que más tiene es el que más puede.  A veces, como decía el castizo, mamá se pone encima de papá.

O lo aprende y se adaptan, o privatizan de una vez para siempre las elecciones. Signifique esto último lo que dios nos tenga preparado.

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