lunes, 23 de febrero de 2015

de RELATOS SIN ASUNTO -II-



La lengua del Tercer Reich

Moscas, demasiadas moscas para un único cazador de moscas sobrevolaban Berlín.

Esa misma noche, los arrogantes nazis, uniformados y borrachos como cubas de cerveza caliente, incendiaron el Reichstang.

-Vamos a buscar piñas al bosque –dijo mi mujer-, que es más sano y más divertido.

(Notas extraídas de “el diario de camarero del bar de oficiales del campo de trabajo de Buchenwald”)

17 de junio: De qué nacionalidad es Jan Kiepura? El otro día prohibieron un recital suyo en Berlín. Entonces era el judío Kiepura.  Luego actuó en una película producida por el por el consorcio Hugenberg. Entonces era el “célebre tener de La Scala de Milán”. Más tarde le silbaron en Praga por cantar una canción alemana: Esta noche o nunca. Entonces era el cantante alemán Kiepura.
(Más tarde me entére de que era polaco.)

El can ovejero del Rottenführer Rudolf Muller se llamaba Heil, pero los maliciosos judíos del Campo le decían Circunciso, pues el can ovejero del Rottenführer Rudolf Muller tenía el rabo cortado.

Pero pregúntese uno si pueden intercambiarse los epítetos en combinaciones trilladas tales como “un oscuro fanático” o un “simpático entusiasta”, es decir, si puede hablarse de un oscuro entusiasta y de un simpático fanático. La sensibilidad lingüística se opone a ello.

Hoy nos han llegado trece mil judíos nuevos al campo. Si todo va bien, es probable que mañana ya no sigan aquí.

Recuerdo la travesía que realizamos hace veinticinco años de Borholm a Copenhague. Por la noche nos habían trastornado la tormenta y los mareos; a la mañana siguiente, protegidos por la costa y con el mar en calma, disfrutábamos del sol en cubierta y esperábamos el desayuno con ilusión. En eso, una niña que estaba sentada en un extremo del largo banco se levanto, corrió hasta la barandilla y vomitó. Un segundo más tarde su madre, sentada a su lado, se levantó e hizo otro tanto. Acto seguido se levantó el hombre que se sentaba al lado de la madre. Luego un muchacha y a continuación... El movimiento avanzaba con regularidad y rapidez, siguiendo la línea del banco. Nadie quedó excluido. Faltaba mucho para llegar a nuestro extremo: allí, la gente observaba con interés, se reía, ponía cara de burla. Los vómitos se fueron acercando, las risas remitieron y la gente empezó a correr hasta la barandilla también en nuestro extremo. Yo observaba con atención y me observaba a mí mismo con igual atención. Que existía algo así como una observación objetiva, decía yo para mis adentros, y que me había formado para ejercerla, que había algo así como una voluntad férrea, y me hacía ilusión el desayuno... En eso, me tocó el turno y me vi obligado a acercarme a la barandilla, como todo el mundo.

Sorprende la facilidad con que los judíos parecen adaptarse a su nueva vida en el Campo. Si bien, entre ellos comentan que será por poco tiempo.

Después de la catástrofe de Stalingrado, que tantas vidas humanas devoró, Goebbels no encuentra mejor expresión para definir la inquebrantable valentía que la siguiente:

Aquí comienza a faltar de todo, menos el jabón.
(Mil años después)

-Maestro, ¿qué es la espiritualidad?

-No seas impertinente, chaval.

Pero el chaval -que impertinente lo era: casi tanto como el aguijón de una avispa codiciosa- desoyó con aplomo las palabras del Maestro y siguió preguntando.

-Maestro, ¿qué momento es el apropiado para alcanzar la espiritualidad?

El Maestro, mostrándose condescendiente por una vez, le respondió.

-A la una, a los dos y a la de tres.

A lo que ya estaba el chaval corriendo hacia ninguna parte. Y tanto corría, que enseguida fue la nada y fue el todo en los ojos cegados del Maestro.

Entonces, la espiritualidad se hizo carne y mil años hará a día de hoy que dura su reinado.

-Volvamos a buscar piñas al bosque –dijo mi mujer-, que es más sano y más divertido.


(en cursiva: Victor Klemperer. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Círculo de Lectores. Barcelona 2005

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