jueves, 1 de noviembre de 2012

RUMORES



En la Secta de los orgamistas  (popularmente conocida como ‘los de la Zambomba’) perdura un rito iniciático secreto (aunque no tan secreto si hablamos de ello) consistente en que el aspirante a Orgamista de Número, una vez empalmado –dicho de manera metafórica-, una vez tiene el miembro como el cuello de un cantaor (exageración flamenca recogida por Pedro G. Romero en su extraordinario Grandes dechados de un Arte grande), se ha de mantener inexpresivo, contenido, estatuario, mientras un caracol de jardín le recorre el susodicho miembro (cola, pene, pito), ahora en su máximo esplendor, desde un extremo al otro del mismo; o sea, desde la sínfisis del pubis hasta el desprotegido pero triunfal glande. Sólo si el caracol funámbulo logra coronar sin que el neófito a prueba decaiga en su resistencia ante los incontinentes empujes del Orgasmo, se le concede al pretendiente, al bisoño y, sin embargo, arrogante novio, el derecho a contar, con todos los pronunciamientos a favor, y como uno más de los mismos, entre los sectarios de primer año. Sandungueros los denominan, pues aunque dotados de la gracia, del donaire de los recién llegados, con su savia fresca, todavía le falta adquirir la experiencia suficiente (la cual siempre es poca) para alardear de ello entre los veteranos del Gremio.

Sobra advertir que semejante prueba, en sí misma una proeza digna del mayor encomio, sólo es factible superarla luego y a través de un arduo e ininterrumpido entrenamiento. Mas les podemos asegurar con responsable convicción, que ninguno de los aspirantes a orgamista entrevistados para la redacción de esta nota rumorosa, incluso aquellos que se quedaron a las puertas sufriendo un revés a todas luces lacerante, se mostró contrario a la misma.

En cualquier caso -nos aseguraron-  los duros meses, para muchos años, de entrenamiento nunca es un tiempo perdido, magdaleniense. A poco que te apliques, si verdaderamente te entregas, adquieres una ética, una manera de ser, que luego te ayuda mucho en la vida.

Diga usted que sí.

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