lunes, 16 de mayo de 2016

LAS COSAS COMO SON



lo que no está lo que falta lo que tenía que estar y no está lo que no debía faltar y falta no hay mayor prueba contra las cosas como son

las colecciones de lo que sean jamás se cierran nunca llegan a estar completas exactas pero no es sino por esas piezas de menos que aún no están que se esperan que se buscan con manía y desesperación que son y se hacen las reunidas colección mientras tanto y así sucesivamente

un día tras otro a diario como una obligación o como una promesa la promesa del coleccionista insatisfecho un amigo londinense se fotografiaba en un fotomatón callejero un día y otro día y todos los días como una devoción hacia mí cumplimentando nuestra amistad lejana me enviaba una de esas fotografías adheridas con firmeza a una cartulina dura resistente imperecedera de 10x15 cm por correo ordinario tarjeta postal en la cual por una de sus caras blancas estaba él y por la otra la reina de Inglaterra joven luciendo lozanía yo recogía el correo separaba de sus envíos los otros los guardaba en una caja azul dedicada expresamente a ellos fotografías de  había escrito en la tapa con las letras de una vieja imprentilla así durante tres años mil doscientas noventa y cinco días mil doscientas noventa y cinco tarjetas con fotografías de él que apenas se diferenciaban las unas de las otras y estampas de la reina siempre la misma aunque su precio el precio de esa estampilla coloreada que le permitía viajar por el mundo evolucionaba cada equis tiempo de menos a más como muy remotamente la había pasado a los monos 

a lo mejor por este incremento en el precio del correo postal o porque la reina inglesa estaba envejeciendo y ya gustaba poco de tanto vagabundeo de un confín a otro confín o porque cansado viejo desatendido se sentía también mi amigo londinense como su reina o porque había matrimoniado y su mujer no quería compartirlo con nadie o porque los carteros de moral siempre dudosa se pusieron de huelga indefinida por una vida mejor para ellos y sus familias certificadas el caso fue que el primer día del que debía ser el cuarto año de tan extraordinaria correspondencia bajé al buzón y lo hallé vacío como un soufflé y así me volvió a suceder al día siguiente y al otro y otro y otro tiempo durante el cual sólo era capaz de pensar del modo egoísta característico de los coleccionistas que mi colección iba a quedar incompleta como pasa siempre con la vida de los otros cuyas razones para desaparecer mejor que nos sigan siendo desconocidas cuanto más largo mejor

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