viernes, 18 de julio de 2014

UN ESCURREBOTELLAS DE ADORNO



Un día de julio, se cumplen cien años, Marcel Duchamp entraba en el Bazar de l’Hotel de la Ville, en París,  y compraba un escurrebotellas. Lo hizo de manera convulsiva, sin saber para qué iba a utilizarlo, pero, desde luego, jamás para dejar escurrir las botellas, acción de suyo bastante estúpida, si no cruel: permitir que las botellas pierdan su último aliento de vida.

Francisco Javier San Martín, Arte y Parte nº 111, sostiene que en aquel preciso momento Duchamp pensó el ready made por vez primera o primera vez. ¿Lo llevaba pensado o se le ocurrió allí mismo? ¿Por qué entró Marcel Duchamp en el bazar de l’Hotel de la Ville si no tenía necesidad de comprar nada? ¿Era un manirroto Duchamp a quien le provocaba comprar por comprar? ¿Entre qué otros objetos a la oferta eligió precisamente el escurrebotellas? Por cuanto devino tras aquel gesto banal, depresivo lo veo, estamos obligados a tomarlo por resultado de la mayor indiferencia hacia todo. O de plena piedad, como cuando dios creó al hombre, también sin razón alguna. ¿Hay distingos suficientes entre la indiferencia y la piedad o son pareja de hecho? En realidad, no nos apiadamos sino de lo que no nos importa. De lo que, incluso, nos molesta y querríamos eliminar con nuestra acción caritativa (cuando entregas una limosna a uno de los pobres del pórtico de Jesús de Medinaceli, Madrid, alguien se enriquece vendiendo bonos basura en Wall Street, New York). Pero así es como le ocurre a un cualquiera. En cambio, la indiferencia del artista y la piedad divina, acarrean consecuencias imprevisibles y a menudo trágicas. Marcel Duchamp lo acabó comprendiendo y enseguida sugirió limitar el número de ready made. Dios, por su parte, no se avino. Siguió, sigue en sus trece y hoy por hoy, todavía continúa produciéndose eso llamado ‘el milagro de la vida’. La mayoría lo agrade, claro, aunque su vida sea una mierda. Será como lo supo Adorno, que el ciudadano medio desea un arte voluptuoso y una vida ascética, y sería mejor lo contrario. No sé si me explico.

 Theodor  Ludwig Wiesengrund Adorno. Teoría estética. Taurus ediciones

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