Cambiamos la
mesa de disección por una cama de hotel: El encuentro fortuito de un paraguas y
una máquina de coser sobre una cama de hotel. Así resulta más eficaz la frase,
pues comprendemos mejor la situación. Añadimos señor y señora (Didi-Huberman)
al paraguas y a la máquina de coser: El encuentro fortuito del señor paraguas y
la señora máquina de coser sobre una cama de hotel. La evidencia se nos hace tan obvia, tan palmaria,
que, en efecto, parece extraída de un cuento para niños. El señor es papá y la
señora, mamá. Y el encuentro tuvo lugar, que sepamos, cuando los dos fueron de
viaje de novios a un hotel (¿el Hôtel des Extrangers) en la Costa Azul.
Y lo fortuito,
¿dónde queda? –reclama uno de los niños, el más avispado.
Todavía no
hemos llegado –le responde, sabihonda, la niña-síntesis de una dialéctica que,
a día de hoy, continúa en movimiento perpetuo.
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