Escojamos una
serie de tres elementos: 1-2-3, a-b-c, yo-tú-él. Acto seguido, fijemos las
combinaciones entre ellos. Se obtiene:
1 - 2
1 - 3
2 - 3
a – b
a – c
b - c
yo – tú
yo - él
tú – él
Matemáticamente,
tales son las combinaciones posible, puesto que al amparo de la llamada
propiedad conmutativa – una propiedad,
como todas, indiscutible y rigurosa– se sabe que el orden de los factores no
altera el producto, aunque sí sirve para determinar, sensu stricto, quién se
privilegia del mismo. Pero, insistimos en ello, matemáticamente, tanto da 1-2
como 2-1; a-b o b-a; yo-tú que tú-yo.
Objeciones a semejante
‘convención’ no faltan, aduciéndose al respecto que a las cosas no las rigen
las matemáticas en exclusiva, pues hay otras normas y reglas y otras propiedades
de las cosas capaces de torcer el argumento. Como,
Las Reglas de la quiniela futbolística, en
las cuales no es igual el resultado de un 2 -1 que de un 1 - 2, e igualmente
admiten una combinación no por absurda menos posible, como un 1 – 1, un 2 – 2,
un 3 – 3 y así sucesivamente. Siendo que las Reglas de la quiniela futbolística admite en la combinación de dos
elementos, tres resultados: 1 - X - 2, sin necesidad de mayores explicaciones, pues
hasta los niños y los privados de
sacramento lo entienden así cuando rellenan su boleto.
Las no escritas Normas de la cortesía y la buena educación, las cuales demandan el
uso preferente de tú y yo en lugar de yo y tú. No obstante, el empleo de yo y
tú no se considera punible de oficio, señalándose como simple mala educación,
muy útil para resaltar la buena al corregirla, de manera involuntaria, claro.
Las Recomendaciones marcusianas en lo tocante a
la naturaleza de las relaciones sexuales, en las cuales sostiene,
literalmente, don Herbert Marcuse que el
conflicto entre la civilización y la sexualidad es provocado por la
circunstancia de que el amor sexual es una relación entre dos personas, en las
cuales una tercera sólo puede ser superflua o perturbadora. Motivo por el
cual niega la obtención de un resultado
de las mismas: …la pareja de amantes es
suficiente en sí misma, ni siquiera necesita al niño que tengan en común para
ser felices.
Las Prescripciones de la indización alfabética,
a cuyo tenor la ‘a’ siempre va delante a la ‘b’, salvo en palabras que empiecen
por ‘b’ seguida de la ‘a’, como, por ejemplo, baladí, banal, banalidad, bálago,
balano, pero igualmente baluarte, bandera, banda y banca.
Y en fin
–levantó los ojos del Libro el Maestro Yehudi. Miró a los que le escuchaban ,
insinuándose en sus labios descoloridos una sonrisa maliciosa. Respiró hondo.
Tosió una vez. Y cuando volvió a hablar, lo hizo con palabras que debían ser las
suyas y no las que estaban escritas en el Libro:
Las virtudes capitales del silencio, o El
nihilismo como autoayuda en el desarrollo de la personalidad, tratándose de
tomar decisiones cuya duración, como la de los tatuajes, ha de sobrepasar
nuestros cálculos del momento, pues, luego, queriendo retornar al antes de
aquel desacertado momento [así se pensará en él], si no de todo punto imposible,
si que resultará más costoso.
Ahora pueden
marchar confiados. No voy a admitir
preguntas.
(Discurso
del maestro Yehudi a las Juventudes Informales, Buenos Aires, marzo 2020)
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