lunes, 9 de diciembre de 2013

LA INQUISIDORA Y EL VIEJO

-Últimamente parece muy preocupado con la muerte.

-Bien. Si por preocupado quiere decir que la espero, le doy toda la razón. Pero si, en cambio, trata de sugerir que la temo, se equivoca. En realidad, la muerte sólo es una molestia para los sobrevivientes. Aun cuando pensar así resulta un imposible y, por lo demás, nada recomendable. ¿Quién querría quedarse?

-¿No cree que morir es contrarrevolucionario?, por decirlo así.

-Esa es una pregunta joven a la cual, a mi edad, parece inútil responder. Sería como si admitieras el fracaso antes de producirse. Siempre queda tiempo para una última promesa.

-O sea, que quien muere advierte a los demás.

-Eso lo encuentro demasiado vanidoso: quererse advertidor. A lo mejor, quién lo sabe, un día se da la primera equivocación de la naturaleza.

-Exceso de confianza tiene usted.

-Así sería si lo deseara para mí, como no es el caso. Que me sobrepasen me basta. Hay una mayor tristeza que la producida por pensar en la muerte, y es vivir echando de menos, cuando, por otra parte, tampoco se cree en la comunión de los santos. Pero ya no se bien si porque no creo en semejante paraíso o porque no creo que nadie haya sido lo suficientemente santo para merecérselo.

-Me sorprende su salida.

-Luego no todo está perdido, querida amiga.

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